Es como la purpurina.
Te lavas una y otra vez pero no consigues que desaparezca por completo.
Aun días después, el desagüe de la ducha sigue arrastrando los vestigios de aquella noche, que tu quieres olvidar pero se resiste a desaparecer.
Igual que la purpurina.
Aveces incluso, una vez limpio, sigues sintiéndola delatora, mientras buscas nervioso con la mirada en tus rincones.
En el pelo.
Bajo las uñas.
En aquellos pantalones.
En tu cuchillo.
Sin duda, la sangre es como la purpurina.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Nada es como la sangre, ese color, esa textura, ese sabor...
ResponderEliminarSi, ese sabor... je, je, je...
ResponderEliminarNunca te has mordido los labios? Ese sabor es peculiar, eh? :)
ResponderEliminargenial...
ResponderEliminar