martes, 20 de octubre de 2009

La muerte no huele a canela

La muerte no huele a canela.
Fueron las ultimas palabras de su padre antes de morir.
No había duda. Sabia lo que tenia que hacer.

Se levantó de la cama. Abrazó a su mujer y besó en la frente a su hijo.
Acto seguido, los abandonó.
Apenas salió por la puerta, se dio cuenta de su error. Volvió a entrar, cogió una chaqueta del perchero y los abandonó.
Empezaba a refrescar.
Era el único modo.
La muerte no huele a canela. La ultima frase de su padre se repetía incansable en su cabeza.
Lo tenía claro.
Concentrado en su objetivo apenas se percato de los gritos de la gente cuando entró, disparando al aire, en la biblioteca del distrito.Disparó hasta que las balas se acabaron.No importó. La biblioteca ya estaba vacía.
Se dirigió hacia un mueble que contenía, lo que parecía ser ,una polvorienta enciclopedia ilustrada a todo color en cómodos cincuenta tomos, y la volcó contra la puerta, bloqueándola.
Cogió un libro al azar, arrastro una silla hasta el centro de la sala y se sentó. Comenzó a ojearlo. Lo descarto. Repitió la operación.
No podía rendirse.
No podía morir sin encontrar una frase mejor.

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